CAMAGÜEY.- Por estos días sale la tercera temporada de Blindspot o Zona Ciega, la serie de la chica de los tatuajes que trabaja para el FBI. En su primer capítulo, sin mucha explicación dramatúrgica, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana secuestra a tres de los integrantes del equipo. Una vez más se utiliza la industria del entertainment para instaurar matrices de opinión. Recurrir a esos métodos en tiempos electorales es un guión muy bien concebido, la misma estrategia de antaño adaptada al siglo XXI. ¿Por qué tanto ensañamiento?

Nadie lo explica mejor que el colega Walter Martínez: mientras un supertanquero petrolero demora 45 días en llegar desde el Golfo Pérsico a Texas, el mismo barco desde Venezuela tarda solo cuatro días. Además, en ese país están las mayores reservas de hidrocarburo probadas en el mundo, suficiente agua y otros minerales “raros”. Son demasiados intereses para tener un gobierno “comunista”.

Este 20 de mayo, a pesar de la abstención de la desunida Mesa de la Unidad Democrática (MUD), persistirá el enfrentamiento entre dos modelos de país. El del chavismo que continúa apostando a la inversión social y la defensa de los recursos naturales como la vía para salir de la crisis inducida; y el de la oposición, representada principalmente por Henry Falcón y Javier Bertucci, ambos buscan abrirle las puertas al FMI, privatizar la industria petrolera —PDVSA— y algunos de los principales servicios.

En las últimas semanas el exchavista Falcón y el evangélico Bertucci intentaron unir fuerzas, mas el egoísmo les impidió presentar una candidatura única, a pesar de que sus campañas coinciden en muchos puntos: elevar la producción nacional, disminuir la inseguridad, devolver la autonomía a los cinco poderes públicos nacionales y tener medios de comunicación “libres”.

Un punto interesante es que ninguno ha podido atacar los logros de la Revolución Bolivariana e incluso sus discursos han tomado ciertas ideas de la izquierda. El expastor evangélico apuesta a las mismas técnicas que le dieron el triunfo a Macri en Argentina: mucha mercadotecnia, humito y una palabra clave: cambio.

El lado de la Revolución combate el desgaste de 20 años en el poder, además de una guerra económica llevada al punto de que el salario mínimo en Venezuela equivale, en la calle, a dos almuerzos, y el bono del Gobierno para las familias más vulnerables apenas alcanza para cuatro cafés.

Muchos le han criticado a la campaña de Maduro que muy pocas veces explicó cómo resolver estos problemas, se quedó simplemente en el “combatir las mafias”. Dónde quedó aquello de superar el rentismo petrolero, los 15 motores para diversificar la economía y el control cambiario? Aunque parezca increíble, quienes fijan la tasa de cambio en la nación suramericana son cuatro páginas web abiertamente opositoras. Ello unido al bloqueo financiero que les impide importar hasta los medicamentos, indican que la guerra es sin cuartel. Cualquier coincidencia con otro caso conocido no es casualidad.

El escenario es complejo. Ya no está Chávez para pedirles a los venezolanos que voten por Maduro, la promoción del abstencionismo, la feroz campaña mediática que incluye hasta las instituciones y la decisión de varios gobiernos de no reconocer los comicios conspiran contra el proceso. Si a esto le sumamos que al primer presidente obrero de Venezuela no lo han dejado gobernar en paz en cinco años, entonces tenemos una tormenta perfecta.

Sin embargo, no tengo dudas del triunfo de Maduro, pues a pesar de las sanciones y el debilitamiento de la economía venezolana, el Gobierno continuó con las misiones y las grandes misiones en lugar de recortar el presupuesto social, apostó a la paz y al diálogo, construyó su programa desde las bases populares, combatió la corrupción incluso en sus propias filas, siguió formando cuadros jóvenes, defendió el prestigio del país en la arena internacional y no creyó en amenazas de cuantos grupos se crearon para sancionarlos.

Por si fuera poco, la “tiranía de Maduro” en menos de 12 meses convocó a tres procesos electorales, y el de mañana será el número 24 en 18 años.

En Venezuela no solo está en juego su destino, sino el de toda América Latina. A los hijos de Bolívar y de Chávez no les queda otro remedio que luchar y resistir. La derecha ya sabe lo mucho que perdió y las consecuencias de su regreso a Miraflores serían irremediables. Las fuerzas de la revolución tendrán una excelente oportunidad para radicalizar el proceso y seguir defendiendo la soberanía nacional.

Ojalá el lunes amanezcamos con la buena nueva de la reelección del presidente Maduro. Entonces la historia tendría que hablar de los venezolanos al escribir de esta etapa en que la razón terminó venciendo a la barbarie.